La historia de un gallo desde la cuna hasta la tumba Escrito y traducido por Lwiis Saliba, leído en Zoom 22/6/2022

La historia de un gallo desde la cuna hasta la tumba

Escrito y traducido por Lwiis Saliba, leído en Zoom 22/6/2022

Ha fallecido esta mañana, nuestro querido Gallo, a la edad de casi dos décadas. Fue enterrado en la esquina del jardín, donde vivía y cantaba a pleno pulmón todos los días al amanecer.

Anteayer noté que sus movimientos eran muy lentos y que estaba muy cansado, incluso agotado, y que se mantenía sentado, en contra de su costumbre. Lo llevamos y lo examinamos y resultó que no estaba herido, por lo que probablemente estaba ileso. Lo dejamos para ver si volvía a su rincón del jardín, y nos dimos cuenta de que, a pesar de estar cansado e incluso pesado, volvió y se subió al árbol en el que había pasado la noche durmiendo. Así que pasó todo el día de ayer de esta manera, pero no bajó cada mañana como solía hacerlo. Hoy lo hemos encontrado: había caído, muerto, del árbol en el que había pasado las noches durante unos veinte años.

El que vivía en las alturas y las cumbres, entre la tierra y el cielo, se había negado a morir excepto donde había vivido y pasado sus noches, es decir, en el mundo del istmo (Barzakh) y entre la tierra y el cielo. Siempre buscó lo más alto en su vida y estuvo cerca del Altísimo en su muerte. Exhaló su último aliento en el cielo, de modo que su cuerpo cayó al suelo y fue enterrado en esa tierra que amaba, al pie mismo del tronco del árbol desde el que había despertado a todo el vecindario anunciando la salida del sol. ¡Que ese sol brille sobre él en un mundo completamente nuevo! Después de rendir su homenaje al Altísimo al que tanto había amado, durmió tranquilamente y pudo descansar.

Nuestro querido gallo nos enseñó a ser felices en nuestras vidas y a alegrarnos siempre de la luz y su brillo al amanecer. Y aquí está hoy enseñándonos cómo morir bien: mirando hacia arriba, habitando en las alturas, esperando siempre el sol de la iluminación, trabajando por su llegada, y esperando la última hora en paz y en silencio, sin desanimarse ni asustarse por la muerte, que es la hermana de la vida y su otra cara, pues tanto la vida como la muerte crecen juntas en el rostro del sol, cuya salida esperaba al amanecer de cada día, anunciando siempre con alegría su llegada.

Pasó toda una vida observando el sol en cada amanecer, mirando sus primeros rayos que tocaban la tierra, y besándolo para despertarlo. Era el primero en despertarse y esperar esa bendita hora de la iluminación del sol, como si le hubieran encargado cada día entregar la noche al día. Bendito el que pasó su vida como testigo diario de la llegada del amanecer. Y como vivió mirando hacia arriba, murió mirando hacia arriba.

Que aprendamos de nuestras queridas mascotas, los animales domésticos y de compañía, con los que convivimos a diario, cómo vivir… y cómo morir. Nos dan diariamente, incluso cada hora, lecciones de vida, y también lecciones de su hermana gemela: la muerte. Busquemos, aspiremos, perseveremos y cuestionemos. Nuestro gallo murió, o más bien se negó a morir de otra forma que no fuera la que había vivido, es decir, en las alturas, desde donde cantaba. A pesar de su incapacidad y de la disminución de sus fuerzas durante sus últimos días, sólo se negó a subir al árbol en el que había pasado sus noches en el espacio de unas dos décadas, y en el que pasó todo su último día. Ayer pasé junto a él y vi que estaba subido a ese árbol, como si llevara el peso de los días entre sus alas. Estaba completamente indefenso, incapaz de extenderlas, de flotar e incluso de cantar, como solía hacer todos los días. Sólo me dirigió una mirada triste y tranquila que expresaba su inmovilidad e impotencia, él que, hace sólo unos días, llenaba el jardín con su movimiento y todo el barrio con sus canciones. En su última mirada vislumbré ternura, pero en ese momento no supe que era una mirada de despedida.

En este mismo árbol lo encontré colgado de los pies hace unos siete años. Aquel día debió de resbalar y quedarse atascado, ya que temblaba y se agitaba mientras intentaba liberarse en vano. Le había salvado la vida en aquella ocasión, exponiendo mis manos a sus picos, justo en el momento crucial de una muerte segura… ¡Y la mirada que tenía ayer, en el mismo lugar donde le había salvado, era a la vez de agradecimiento y de despedida!

Este gallo era majestuoso, incluso atrevido en su preparación para morir, al igual que era audaz, vivo y dinámico en su celebración diaria de la vida. Su agonía no duró más de dos días, durante los cuales permaneció indefenso y semiinmovilizado. Le apartamos de su rincón y no huyó, ni saltó, ni protestó como hubiera hecho en una situación así. Lo recogimos y examinamos su cuerpo y sus plumas. Era completamente sumiso en nuestras manos, al contrario de lo que solía hacer. Lo dejamos, a propósito, lejos de su rincón y del árbol en el que había pasado las noches, para ver qué hacía. Luego regresó, con un movimiento lento y agobiado por los años, y en cuanto llegó a su árbol, lo trepó con gran dificultad. A pesar de su aparente incapacidad, se las arregló para llegar a la copa del árbol donde se acostaba cada noche. En este clímax pasó toda su penúltima noche y su último día, y cuando lo examiné ayer estaba como esperando a ese “Visitante” que debe encontrarse con toda persona viva para llevarla de un estado a otro.

Pasó su último día de ayuno en el árbol. ¿Pero cómo podía comer mientras estaba suspendido entre la tierra y el cielo? Este pájaro, que pasaba todo el día sin preocuparse de nada más que de comer y beber, eligió con satisfacción y contento pasar su último día de ayuno, como si sólo quisiera encontrarse con el rostro de “Su Señor” con el estómago hambriento y la barriga vacía.

¿Nos damos cuenta y somos conscientes de que morimos mientras vivimos?  La historia de este gallo es un ejemplo, e incluso una prueba de lo que decimos. Vivió en las alturas y en las cumbres, murió como vivió. Tal vez desde el punto en el que terminó, vuelva a empezar.

                          Lwiis Saliba

         Biblos/Líbano el 03/10/2021

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