Rabi’a y las mujeres en el sufismo
Notas de una conferencia impartida por el profesor Lwiis Saliba
En Zoom – Miércoles 01/09/2021
Rabi’a al-‘Adawiyya (100-180h/717-796) fue una figura importante (mística musulmana) del sufismo de los primeros siglos del Islam. Es una figura histórica cuya biografía se ha mezclado con varios elementos hagiográficos. Todo lo que sabemos de ella depende, de hecho, de relatos hagiográficos escritos dos siglos o más después de su muerte: Ibn Al-Jawzi (m 597h/1201), ‘Attar (m1229) y otros. Y desde entonces, la leyenda de Rabi’a no ha dejado de crecer. Sigue siendo un prototipo (modelo) de la mujer mística en el Islam. Según la mayoría de sus biógrafos, era una cantante esclava de la región de Basora, en el sur de Irak, donde vivió toda su vida. Este es un tema recurrente en la hagiografía cristiana de la conversión completa de la mujer de mala reputación. De adulta vivió como ermitaña en el desierto y más tarde en la ciudad de Basora.
Dividiremos nuestra discusión sobre ella en los tres puntos que nos parecen más esenciales en su vida y enseñanza mística.
1-El celibato de Rabi’a
El apego de Rabi’a al celibato es un hecho excepcional en el Islam, donde el matrimonio es una norma general y el monacato está explícitamente desautorizado. Es bien sabido que el monacato femenino es un fenómeno posterior en el propio cristianismo. Muchas mujeres se disfrazaron de hombres para vivir en monasterios, como María la Egipcia, Marina la Maronita y muchas otras.
En el Islam, aunque el matrimonio es la norma general, hay muchos sufíes que han vivido como célibes. Jesús, el 1er ejemplo de celibato en el Islam como en el cristianismo, y como una investigadora y colega tunecina (Sarah Jawini الجويني) ha demostrado bien en su tesis, es el modelo ideal y el prototipo del ser realizado en el sufismo.
Tirmizi الترمذي (m320h) dijo: “Quien merece el sello de la santidad es un hombre por el que se ha sellado el ciclo de la realeza. Tiene un ministro llamado Yahya (Juan) espiritual y humano”.
Ibn Arabi (558-638h/1164-1240) dijo en apoyo de la tesis de Tirmizi: “El Sello absoluto de la Santidad es Issa (Jesús). Es el santo por profecía absoluta en la época de esta comunidad”.
Los sufíes han encontrado versos en el Corán que apoyan su orientación hacia el celibato. Como 14/64-65 (al-taghabon): Oh, vosotros que habéis creído, tenéis en vuestras esposas e hijos enemigos. Así que ten cuidado con ellos. Tus bienes y tus hijos no son más que una tentación, mientras que con Alá es una gran recompensa.
Otra aleya 18/46 Al-Kahf: Los bienes y los hijos son el adorno de la vida de este mundo. Pero las buenas acciones que perduran tienen una mejor recompensa con Tu Señor y suscitan una hermosa esperanza.
Un gran sufí Malek ben Dinar (d127h/748) dijo: Un hombre no alcanza el estatus de los santos hasta que abandona a su esposa, la deja viuda y se refugia en los refugios de los perros.
Ibrahim ben Adham (100-162h), que ha sido llamado el Buda del Islam, contemporáneo de Rabi’a, solía decir a quienes le preguntaban: “¿Por qué no te casas?” “Si pudiera repudiar mi propia alma, ¿por qué entonces habría de atarme a una mujer?”
Esta orientación hacia el celibato fue una tendencia común en el primer sufismo. Pero la especificidad de Rabi’a consistía en que era virgen (batul), lo que no era nada habitual (ordinario) en el Islam.
Cuando se le preguntó sobre el matrimonio, Rabi’a respondió: “El matrimonio es necesario para aquellos que pueden elegir. En cuanto a mí, no tengo elección en mi vida. Pertenezco a mi Señor y a la sombra de sus mandamientos mi persona no tiene valor” (Lory Pierre, Rabi’a Al’Adawiyya, artículo en: Les Femmes Mystiques histoire et dictionnaire, collection Bouquins, Paris, Editions R Laffont, 2013)
Los sufíes, e incluso los gobernantes, le propusieron varias veces matrimonio. Por ejemplo, cuando le preguntó el sufí ‘Abd al-Wahed bin Zayd (m177h/793), ella respondió: “Oh, sensual, ve y corre detrás de una mujer sensual como tú. ¿Qué has visto en mí como instrumento de concupiscencia?”
Attar, el famoso biógrafo de Rabi’a, la llama la segunda María, un nombre que merece ser meditado. María en el Corán es el ideal de la mujer y especialmente de la mujer casta y virgen. Es la única mujer a la que el Corán nombra por su nombre. Y María en el cristianismo es el rostro femenino de Dios (Madre de Dios). En uno de mis libros, mostré cómo el retrato de Fátima hija del Profeta (604-632/11h) fue dibujado en el chiismo imamita con rasgos marianos. Los nombres de Fátima en el chiísmo incluyen “La Virgen”, Batul, cuando estaba casada y tenía hijos, y también: María la Grande.
En el sunismo, que no atribuye este papel a Fátima, Rabi’a viene a sustituir a Fátima y a desempeñar el papel de María.
Este papel atribuido a Fátima en el chiismo, o a Rabi’a en el sunismo, al igual que el atribuido a María en el cristianismo, puede entenderse volviendo a la teoría del principio femenino en la divinidad desarrollada por Carl Gustav Jung (1875-1961). Confirma que la singularidad del culto al principio masculino, excluyendo el principio femenino, perturba el equilibrio de la psique humana. Esto lleva al inconsciente colectivo de los pueblos a encontrar un representante histórico y religioso de este principio.
2-Amor divino en Rabi’a
Rabi’a ocupa un lugar importante en el sufismo porque marcó la dirección de la espiritualidad musulmana emergente durante generaciones. Marca un punto de inflexión importante porque parece ser la primera en hablar abiertamente y con letras sobre la relación amorosa entre el Creador y la criatura.
Quería amar a Dios por sí mismo, rechazando categóricamente cualquier idea de miedo al infierno o de expectativa de los placeres del paraíso, juzgando esta última actitud como baja y mercenaria. Escuchémosla en una de sus invocaciones: “Oh, Dios mío, si te adoro por miedo al infierno, quémame, y si te adoro por esperanza del paraíso, exclúyeme de ese paraíso. Pero si te adoro sólo por ti, no me prives de la visión de tu rostro” (Badawi, A R, Rabi’a Al-‘Adawiyya, El Cairo, 1962, p. 91)
A menudo, Rabi’a parece querer liberar a los seres humanos de forma permanente de la noción de cielo e infierno. El verdadero culto, según ella, es el que está purificado de todo sentido de persuasión e intimidación. Su lema con respecto al paraíso, como bien relata ‘Attar, era: “Primero el prójimo (Dios), luego su casa (el paraíso)” Al-Jâr thoumma ad-dâr.
Y en este sentido, Aflaki, un autor persa del siglo XIV, cuenta la siguiente anécdota sobre él: “Un día, un grupo de personas vio a Rabi’a llevando fuego en una mano y agua en la otra y corriendo rápidamente. Le preguntaron: “¿Adónde vas?”. Ella respondió que iba al cielo para arrojar fuego sobre el paraíso y agua sobre el infierno, para que ambos desaparecieran y los hombres miraran a Dios sin esperanza ni temor” (Badawi, op. cit, p90).
Es interesante señalar en este punto de nuestro estudio que Joinville (1225-1317), biógrafo e historiador del rey San Luis, relata una anécdota similar un siglo antes, y que Jean Pierre Camus (1584-1652), obispo de Belley, se basa en este mismo relato en su obra: “Caritée” o el retrato de la verdadera caridad: una historia devocional tomada de la vida de San Luis (1641), una colección de sermones en los que defendía la doctrina del amor puro.
Entre las invocaciones de Rabi’a en el sentido del Amor Integral, esta famosa oración que repetía por la noche: “Oh Señor, las estrellas brillan, los ojos de los humanos están dormidos, los reyes han cerrado sus puertas, cada amante está solo con su amada, y yo estoy ante ti” (Badawi, op. cit, p23)
Uno de sus más bellos y famosos poemas sobre el amor divino es el siguiente:
Te amo con dos amores: el amor de la pasión y un amor del que eres digno.
En cuanto al amor apasionado, es que sólo me ocupo de mencionarte a Ti con exclusión de todos los demás,
Y en cuanto al amor del que eres digno, es que quites el velo para que pueda verte.
No hay alabanza para mí en ninguno, pero en ambos la alabanza es tuya (Saliba, Lwiis, les Dix Commandements Sufis, Líbano, Editions Byblion, 2021, pp162-163. Y Lory, op. cit).
Otro típico poema de amor místico, un ghazal sufí, en el que uno siente que la poetisa se dirige a su amado al principio, cuando en realidad se dirige a su Señor:
1-O mi alegría, mi deseo, mi apoyo,
Mi compañero, mi provisión, mi meta,
2-Tú eres el espíritu de mi corazón, tú eres mi esperanza,
Tú eres mi confidente; mi deseo por Ti es mi viático.
3-Por lo tanto, tu amor es mi meta y mi deleite
Y el esplendor del ojo de mi corazón sediento.
4-Mientras viva, no me apartaré de ti,
Definitivamente eres el Maestro en mi corazón.
5-Si encuentras placer en mí,
Entonces el deseo de mi corazón y mi alegría se desbordarán.
(Badawi, op. cit, p24, Lory, op. cit)
El gazal sufí es una tradición literaria que Rabi’a parece haber inaugurado en el sufismo y en la literatura árabe en general. Alcanzó su apogeo con Ibn Al-Fared (576-632h/1181-1235). Incluso se puede encontrar entre contemporáneos como Nizar Kabbani (1923-1998). Hemos estudiado este tipo de poemas en su obra (Saliba Lwiis, Los diez mandamientos, op. cit, pp167-170).
3-Paradojas místicas (Shath) en Rabi’a
El Shath (paradoja mística) es un modo de expresión que pretende transmitir en lenguaje humano una experiencia espiritual incomprensible para el entendimiento ordinario. Henri Corbin (1903-1978) la definió así: “La expresión de lo inexpresable, es decir la paradoja por excelencia” (Saliba Lwiis, Isharat shatahât wa rahîl, Líbano, Ediciones Byblion, 2013, p9).
El Shath, o paradoja mística, es un fenómeno típico del sufismo. Tuvo sus inicios con Rabi’a. Evolucionó considerablemente con Abu Yazid Bistami (188-261h), que murió tres cuartos de siglo después de Rabi’a y medio siglo antes de Hallaj. Entre las paradojas de Bistami se encuentra la famosa: “Gloria a mí ya que mi estatus es el más alto”: Subhâni ma a’zama Shâni, sabiendo que este tipo de gloria sólo se atribuye a Dios Solo.
El Shath alcanzará su punto álgido con Hallaj (244-309h/858-922), que dijo: Ana al-Haqq, “Yo soy el Verdadero (Dios), yo soy el que amo y el que amo soy yo”.
Rabi’a es un pionero del Shath. Se le atribuye una frase paradójica sobre la Kaaba: “¡Este ídolo adorado en la tierra! Dios no ha entrado en ella, pero tampoco está ausente” (Saliba Lwiis, Los diez mandamientos, op. cit, p163). Decir del lugar más sagrado del Islam y de la dirección de su oración, por tanto el baluarte de su estricto monoteísmo, que es un ídolo del politeísmo es una auténtica paradoja bastante chocante para cualquier musulmán. Otra paradoja en uno de sus “dichos”: ¡cómo Dios nunca entró en la Ka’ba mientras que nunca se ausentó de ella!
Otro dicho paradójico de Rabi’a. Se dice que un día escuchó a un lector cantando el Corán. Estaba leyendo el versículo 36/55-56: La gente del paraíso está en ese día en una ocupación que los llena de felicidad, ellos y sus esposas están bajo las sombras, apoyados en los sillones.
Comentó: “¡Desgraciados son estos del cielo! ¿Qué tipo de ocupación tienen?
La interpretación tradicional de este verso es que los habitantes del paraíso se ocupan de las houris, es decir, de privar a las vírgenes. Rabi’a parece rechazar categóricamente y con fuerza esta interpretación sensual del paraíso.
Abdel-Rahman Badawi (1917-2002) considera que Rabi’a fue el primero en criticar el Corán y el Islam, especialmente en lo que respecta a las descripciones sensuales del paraíso. Quería, de hecho, borrar todas las interpretaciones sensuales y transformarlas en significados espirituales puros, y posteriormente elevar la vida espiritual y religiosa en el Islam. En efecto, Rabi’a tiene el gran mérito de ser el pionero de este movimiento que alcanzará su punto álgido con Bistami. Dijo en algunas de sus paradojas:
1-“Quien ve a Dios, ¿qué más quiere de los houris?
2- “El paraíso es en realidad doble: el paraíso de las delicias y el paraíso del conocimiento. La primera es efímera, mientras que la segunda es eterna.
3- “¿Qué es el cielo? Un juego para niños pequeños! “(Saliba Lwiis, Ishârât, op. cit, pp 41 y 48).
Y aquí es donde la influencia y el papel de Rabi’a, bastante importante, se hace muy evidente.